
Si hay algo que nos permite especular sobre semejanzas de estos años con los comienzos del siglo XX es nuestro reencuentro con el fervor religioso y el conservadurismo, por supuesto sin contar con el uso de las cartas astrales, de la astrología con visos `científicos´ y la videncia, entre otras muchas prácticas.
La fuerte entrada y preeminencia de la religión católica en todos los órdenes del Estado colombiano, desde fines del siglo XIX hasta 1992, se le debió a Rafael Núñez hacedor de la Constitución de 1886. Y uno de los motivos clave que provocó la redacción, en ese entonces, fue para lograr quitarse de encima su pecaminosa relación de concubinato que mantenía Núñez con la cartagenera doña Soledad Román.
El autor de la letra del himno nacional le entregó al Vaticano, a través del Concordato, prácticamente la Nación entera. Fueron largas y penosas las negociaciones con el Vaticano como nos relata la genial escritora y periodista Silvia Galvis, en su novela histórica Soledad, conspiraciones y suspiros. Mediando una minuciosa documentación, Silvia da cuenta cómo el presidente Núñez luchó para que Roma le concediera la anulación del matrimonio con doña Doris Gallego y así poder casarse, por lo católico, con doña Soledad Román.
La Constitución de 1886 empezó por declarar la religión católica como única y oficial, bajo la protección del Estado; de esta manera borró de un tajo la libertad de cultos, de empresa, de asociación y la separación de Iglesia – Estado, que había sido proclamada en 1863. La educación pública –incluida la impartida a las comunidades indígenas— quedó en manos de los curas o de quienes ellos bendijeran. Hubo otras consecuencias como, por ejemplo, la instauración de la pena de muerte, el recorte de libertades públicas individuales y colectivas, la realización de la reforma agraria y otras libertades todavía pendientes.
Desde entonces y durante 45 años, Colombia entró en su particular Edad Media o hegemonía conservadora, en la cual los candidatos por los que se debía votar y salían elegidos, se escogían en el Palacio Arzobispal, según la voluntad de Dios. Desde 1885, la Iglesia tuvo una marcada intervención en política, se vio pronto envuelta en debates tormentosos en los cuales perdió su unidad y no siempre estuvo en condiciones de preservar su dignidad.
Comienza con Olaya la República liberal, una etapa de modernizaciones del aparato de Estado, de reconocimientos colectivos, sindicatos, industrialización, etc. En ella participaron los entonces líderes y posteriores presidentes Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos y Alberto Lleras.
La Constitución de 1991, aunque invoca la protección de Dios no nos dice cuál. Y como declara al país como pluricultural, por lo tanto, se considera que la Nación la integran personas con diversidad de cultos o sin ellos. También hemos presenciado a una Iglesia católica en plena renovación, con sacerdotes comprometidos, partidarios de cambios sociales que brinden justica a los más necesitados y más incluyente.
Sin embargo, a la par que la Iglesia católica se integra más a la sociedad que clama justicia, algunos permanecen en sus intentos de regresión a épocas de esas oscuras sotanas del S XIX y albores del XX. Presenciamos que Dios continúa siendo, para algunos, el mejor elector del país: casi todos los candidatos electos le agradecen los votos obtenidos y los perdedores le agradecen al Altísimo, de dientes para afuera, porque seguramente no era la hora.
Si el catolicismo se recentra y moderniza, no sucede igual con algunas sectas de hermanos separados, los cuales permanecen en su oscurantismo medieval. Hoy el gobernador de Boyacá, Carlos Amaya, fiel y amigo de lanzar proclamas con contenidos religiosos, apoyados en citas bíblicas, nos muestra sendas piadosas por las que, según él, ha recorrido su trayectoria personal y política. Así, sin ningún empacho ni reato de modestia, pide aplausos a Dios. Además, según el gobernador, está a la espera de un guiño Divino para tomar la decisión de renunciar a la Gobernación y lanzarse a la precandidatura a la Presidencia.
Solo que junto a esas afirmaciones también surgen, a la par, interrogantes mucho más terrenales. Es el caso de la contratación oficial, con dineros del erario departamental que se realiza con grandes sumas, sin necesidad de los requisitos de la Ley 80, a través de la empresa Tierra Sua S.A.S. O de los cuestionamientos que se le hicieron a propósito de la propiedad de su suegro en inmediaciones del lago Sochagota, en Paipa y otras actuaciones más que cursan, para sus respectivas investigaciones, en despachos judiciales. Todo parece ser legal, sin embargo, las cuestiones de ética son dejadas de lado como si esta parte de la filosofía y de la base cristiana se hubiera obviado desde hace tiempos.
Así las cosas, falta ver cómo se comporta Dios con los colombianos, en especial con los boyacenses, ante las próximas elecciones.
La entrada El gobernador y Dios – Jorge Armando Rodriguez #ColumnistaInvitado se publicó primero en Boyacá 7 Días.
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