
El famoso Caballo de Troya fue un regalo que se ideó Ulises para poder penetrar más allá de las murallas de Troya, la ciudad enemiga. Los troyanos creyeron que se trataba de una ofrenda para los dioses e ingenuamente aceptaron el ‘regalo’, pero lo que ignoraban era que dentro de la barriga del caballo se escondía una buena cantidad de soldados griegos.
Al anochecer, cuando unos troyanos celebraban su victoria y los otros dormían, los soldados invasores descendieron de su escondite y se tomaron la ciudad. ¡Hasta aquí fue Troya!
Con las obras prometidas por el gobernador, Carlos Amaya, a Sogamoso, pareciera que sucede igual. Son promesas que, con su apariencia de regalos, el mandatario nos quiere demostrar que viene en son de paz y ‘sin ánimo de lucro’, como rezan los eslóganes de las entidades con ese fin. Sin embargo, la situación la pinta demasiado linda como para ser verdad y creerle.
Estamos aún a la espera de la ciclovía —que no doble calzada— Sogamoso-Iza, la vía a Morcá, el enorme chicharrón del edificio administrativo de 11 pisos, que estará acompañado por un centro comercial, seguramente de carácter privado y, como si fuera poco, la terminación de uno de los estadios más complicados del planeta. De los más complicados porque, según las declaraciones del exgobernador Barragán, en un primer lugar y con bastante publicidad declaró, en febrero de 2021, que el aforo sería para 10.000 espectadores y una inversión de $ 41.700 millones de pesos.
Hoy, cuatro años más tarde, el gobernador repitente, Amaya, con el 85 % de avance de obra, el aforo descendió a 5.200 personas con una adición para el escenario —“de esta tierra que tanto amo”— de $ 16.070 millones más.
Son interesantes esas matemáticas porque, para el exgobernador Barragán, administrador público, especializado en Responsabilidad Social y Sostenibilidad; para el exalcalde Rigoberto Alfonso, abogado y ‘profesor’, así como también para el ingeniero Carlos Amaya, con el 48 % menos de capacidad el estadio, ahora cuesta un 39 % más. Algunos dirán que son economías verdes, las cuales siempre prosperan.
Para terminar su anuncio el gobernador, cual emperador, de una vez bautizó el estadio sin ningún miramiento ciudadano ni mucho menos una mínima consulta. Ignora el señor Amaya que el Estadio Olímpico del Sol tiene una historia bastante cívica, por cierto.
Fue en la década de los 60 cuando un grupo de catorce distinguidos ciudadanos, se dieron a la tarea de emprender una campaña para dotar de un estadio a la más grande afición futbolera del departamento. Y, por último, ese destacado grupo de personas, con el respaldo de toda la ciudadanía, le dio el nombre que hoy ostenta porque nuestra ciudad de Sogamoso es considerada nacionalmente y sin discusión alguna, como la Ciudad del Sol.
Entre paréntesis, y al margen, el nombre que recibió un famoso virus informático es “troyano”.
La entrada De mandatarios, promesas, obras y estadios – Jorge Armando Rodriguez #ColumnistaInvitado se publicó primero en Boyacá 7 Días.
0 comentarios