Los hinchas de la selección no solo quieren resultados: exigen un equipo comprometido, unido y coherente con los valores que representa vestir la camiseta nacional.

La crítica más fuerte apunta a una percepción generalizada: el equipo parece jugar al ritmo y al servicio de James Rodríguez. Foto: EFE/ Ricardo Maldonado Rozo
La Selección Colombia atraviesa un momento delicado. Lo que hasta hace poco era un camino de esperanza rumbo al Mundial 2026, empieza a teñirse de dudas y frustración. Tras el opaco empate frente a Perú —uno de los coleros de la tabla—, los cuestionamientos no se han hecho esperar. En lugar de aplausos, el Metropolitano de Barranquilla fue escenario de rechiflas y reclamos, reflejo del creciente malestar entre los hinchas.
La crítica más fuerte apunta a una percepción generalizada: el equipo parece jugar al ritmo y al servicio de James Rodríguez. Aunque nadie niega su talento, se comenta en círculos cercanos que la excesiva reverencia del técnico Néstor Lorenzo hacia el ‘10’ estaría afectando la armonía del grupo. La sensación de privilegios y jerarquías no siempre justificadas puede estar generando inconformidades internas y, peor aún, un vestuario dividido.
A esto se suma una polémica reciente: versiones en redes sociales señalaron un supuesto comportamiento reprochable del joven delantero John Jader Durán hacia el técnico Néstor Lorenzo. Aunque tanto el jugador como el seleccionador desmintieron estas informaciones, la Federación confirmó que Durán fue desconvocado de la concentración. Estos hechos, más allá de su veracidad, son señales preocupantes de tensión interna y de una posible falta de control.
Episodios como este reflejan una gestión que comienza a mostrar fisuras, donde la permisividad y la falta de autoridad pueden tener un alto costo.
Es claro que, por ahora, la clasificación al Mundial no parece estar en riesgo. Sin embargo, la ilusión colectiva se resiente. Los hinchas no solo quieren resultados: exigen un equipo comprometido, unido y coherente con los valores que representa vestir la camiseta nacional.
La selección no puede seguir girando en torno a egos individuales o decisiones que generan divisiones. Este es un llamado urgente para que el cuerpo técnico asuma con carácter y responsabilidad su papel, recupere el liderazgo interno y ponga por encima de todo el interés colectivo. Porque Colombia merece una Selección que ilusione, no que cause desencanto; que una, no que divida.
La camiseta amarilla es símbolo de alegría para millones de colombianos. No permitamos que se convierta en motivo de frustración. L.F.L.R.
La entrada De la ilusión al desencanto: la Selección Colombia y el costo de sus decisiones internas se publicó primero en Boyacá 7 Días.
0 comentarios