En medio del mal resultado de la Selección Colombia frente a Perú, volvió a surgir el eterno debate: ¿debe seguir Barranquilla como sede del equipo nacional? Las recientes declaraciones de James Rodríguez han echado más leña al fuego. El capitán afirmó sin rodeos: “Barranquilla ya no es una plaza que nos dé ventaja. Además, cuando más necesitamos el aliento de la gente, no se siente. Solo vienen a pasear y tomarse fotos”.

Sus palabras, aunque polémicas, no hacen más que evidenciar el profundo malestar que reina en la interna del equipo. Tal vez sean una especie de disculpa disimulada frente a lo que todos vemos en la cancha: un equipo sin alma, sin jerarquía y con grietas que van mucho más allá del aliento de las tribunas.

La falta de liderazgo del técnico Lorenzo es inocultable, y esa ausencia de autoridad ha dado pie a un vestuario donde algunos jugadores imponen criterios, mientras otros simplemente no encajan o no muestran la actitud adecuada.

El caso de Jhon Jader Durán, por ejemplo, refleja lo que ocurre cuando el talento desborda, pero no se acompaña con humildad ni autocontrol. Mientras tanto, otros futbolistas apenas disimulan su incomodidad dentro del grupo.

A esto se suma la crítica del propio técnico Néstor Lorenzo, quien declaró: “En Barranquilla, pasan 20 minutos y si no haces un gol, no alientan”. Para él, la solución parece estar en las gradas y no en el campo de juego. Pero como bien dice el viejo refrán:

“Cuando el obrero es malo, le echa la culpa a la herramienta”.

El problema de la Selección no es la plaza, es el funcionamiento. No se puede buscar la causa de la fiebre en las sábanas, sino en el enfermo. Y no deja de ser paradójico que se critique a la hinchada por “ser más influencers que aficionados”, cuando los principales protagonistas del show —los jugadores— son quienes más presencia tienen en redes, buscando el protagonismo que no logran en la cancha.

Las gradas del Metropolitano albergan a 46.000 hinchas que representan a todo un país. Aficionados que hacen esfuerzos enormes por estar ahí, que viajan desde todos los rincones de Colombia para alentar. Que llegan a la ciudad a vibrar con cada partido de la tricolor. Con su presencia están diciendo: “Sí, Barranquilla sigue siendo la casa de la Selección”.

Ante esta realidad, es la Federación la que debería hacerse la verdadera consulta: ¿mantener la sede o revisar el cuerpo técnico? Porque el problema no está en el clima, la humedad o la afición que asiste al estadio. El problema está en el rumbo que ha perdido el equipo.

Si el profesor Lorenzo cree que todo se soluciona cambiando de sede, entonces que busque otra Selección… o que nos dé razones para volver a creer en la suya.

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